Fomentando la autoestima de nuestros infantes

Desde que las personas nacen reciben la atención y el cariño de quienes las rodean, lo que les dicen y la forma en que las tratan ayuda a formar su autoestima.

Cuando alguien ha crecido escuchando frases como “lo hiciste muy bien”, “te quiero mucho”, “eres muy especial”; o cuando ha recibido expresiones físicas de afecto y cariño socialmente aceptadas entre personas adultas y niños o niñas, tales como abrazos, caricias y besos, se sentirá bien, capaz, aceptada y esto le formará una alta autoestima. Pero cuando una persona crece siendo ignorada, no se le brinda afecto o cariño, o peor aún, cuando es víctima de descuido o agresión emocional o física forma lo que llamamos una autoestima baja o pobre. Esto quiere decir que se siente mal con sigo misma, no se considera capaz, no se siente aceptada ni querida y muchas veces cree que es porque es mala, fea, tonta y que no merece nada bueno de la vida.

La autoestima se forma con la imagen que cada persona tiene de ella misma, la forma como cree que la ven los demás y la valoración que hace de ella misma.

Si un niño o niña vive recibiendo insultos, es ignorado o rechazado, tendrá una baja autoestima. Si por el contrario la persona recibe afecto, se le dicen frases de apoyo por lo que hace correctamente, se le incluye en las actividades familiares y sociales y se le hace saber lo valiosa e importante que es para todos los que le rodean, entonces tendrá una alta autoestima. Una baja autoestima coloca a niños y niñas en una posición de desventaja con respecto a los demás, provoca problemas de aprendizaje porque no se sienten capaces de hacer bien las cosas, tienen dificultades para tomar decisiones, les expone a situaciones de riesgo porque buscarán afecto y cariño con otras personas fuera de su círculo familiar, incluso con desconocidos que se acerquen casualmente. Esta necesidad de afecto las hace vulnerables al abuso. Esto pasa porque se acercan buscando afecto y la persona se puede aprovechar de la confianza que manifiesta el niño o la niña y los abusa.

Es por esto que debemos promover en los niños y niñas una alta autoestima. Esto lo podemos hacer en las actividades cotidianas, diciéndoles las cualidades que tienen, que son inteligentes, amables y cooperadores, agradeciéndoles sus aportes en las actividades diarias, felicitándoles cuando tienen un logro importante.

También es muy importante que le hagamos ver a los padres y madres los progresos y logros que tienen sus hijos e hijas cada día.

Respetando la diversidad

Si se observa detenidamente a todas las personas, se puede ver fácilmente que son diferentes: tienen diferentes colores de pelo, ojos, piel, diferente estatura, peso, forma, tienen diferentes gustos, diferentes conocimientos y habilidades. Eso es lo que hace a la humanidad tan valiosa. Se dice que la humanidad es diversa con iguales derechos. Hay una frase que resume muy bien esta idea: “Las personas son igualmente diferentes”. Es decir que si una persona tiene edad, color de piel o apariencia física diferente a la mayoría de la población de un país, esto no es motivo para que tengan menos valor o menos oportunidades para desarrollarse.

Estas diferencias hacen que el intercambio entre las personas sea una experiencia gratificante y estimulante, gracias a las diferencias podemos aprender todos los días de las demás personas y nos complementamos con las habilidades, conocimientos y forma de ser de quienes nos rodean. Lamentablemente estas mismas diferencias han dado lugar a que algunos grupos tengan conductas agresivas hacia otros, se burlen, hagan bromas o chistes, les ofrezcan o nieguen oportunidades a otros.

Esto da por resultado la discriminación de unos grupos por otros basados en las diferencias yen los estereotipos que construye la sociedad.

Por eso es muy importante que eduquemos a los niños y a las niñas desde la más temprana edad para que reconozcan las diferencias y las respeten. Por eso no debemos permitir que en el trato cotidiano hagan burlas, bromas o chistes que hagan sentir mal a alguien solo porque tiene alguna particularidad. Se debe fomentar un ambiente de respeto y tolerancia, donde todas las personas puedan convivir en armonía aunque sean diferentes.

Las inteligencias múltiples y las emociones

Todos tenemos las ocho inteligencias en mayor o menor medida.

Al igual que con los estilos de aprendizaje no hay tipos puros, y si los hubiera les resultaría imposible funcionar. Un ingeniero necesita una inteligencia espacial bien desarrollada, pero también necesita de todas las demás, de la inteligencia lógico matemática para poder realizar cálculos de estructuras, de la inteligencia interpersonal para poder presentar sus proyectos, de la inteligencia corporal para poder conducir su coche hasta la obra, etc. Si la inteligencia es el conjunto de capacidades que nos permite resolver problemas o fabricar productos valiosos en nuestra cultura, la inteligencia emocional es el conjunto de capacidades que nos permite resolver problemas relacionados con las emociones. Con nuestras emociones (inteligencia intrapersonal) y con las de los demás (inteligencia interpersonal).

Daniel Goleman dice que «tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente» Otra manera de entenderlo es que el pensamiento es un proceso con muchas caras. Las emociones son una de las facetas de ese proceso, una parte tan integral del mismo como el pensamiento lógico, lineal y verbal del hemisferio izquierdo. De la misma manera que no pensamos sólo con un único hemisferio, sino que los dos son necesarios, tampoco nos limitamos a procesar la información, además la sentimos. A la hora de andar por la vida es más importante saber descifrar nuestras emociones que saber despejar ecuaciones de segundo grado.

Las empresas lo saben bien y cuando contratan a alguien no piden sólo un buen currículo,además buscan un conjunto de características psicológicas como son la capacidad de llevarse bien con los colegas, la capacidad de resolver conflictos, la capacidad de comunicarse, etc. Que tengamos o no esas cualidades o habilidades dependerán del grado de desarrollo de nuestra inteligencia emocional (intrapersonal e interpersonal). Cuando hacemos un examen de poco nos sirve saber las respuestas si nos ponemos tan nerviosos que no somos capaces de contestar las preguntas adecuadamente. Naturalmente tampoco es suficiente estar tranquilo, hay que saber las respuestas del examen y saber mantener la calma.

Pero mientras que normalmente pasamos mucho tiempo aprendiendo (y enseñando) las respuestas del examen no solemos dedicarle ni un minuto a aprender (o enseñar) cómo controlar los nervios o cómo calmarlos. Nuestro sistema educativo no es neutro, no le presta la misma atención a todos los estilos de aprendizaje, ni valora por igual todas las inteligencias o capacidades. No hay más que mirar el horario de cualquier escolar para darse cuenta de que la escuela no le dedica el mismo tiempo a desarrollar la inteligencia corporal y la inteligencia lingüística, por poner un ejemplo. En cuanto a la inteligencia emocional (la capacidad de entender y controlar las emociones) la escuela simplemente la ignora. No es tanto que no la considere importante, es que su aprendizaje se da por supuesto. El colegio no hace más que reflejar la visión de la sociedad en su conjunto. A nadie le extraña que un niño o niña tenga que hacer muchos ejercicios para aprender a resolver operaciones matemáticas, sin embargo, no nos planteamos la necesidad de adiestrar a nuestros niños y niñas en como prestar atención durante una conversación, por ejemplo, o concentrarse como lo hacen en la cultura oriental. Naturalmente, además, no sabemos cómo hacerlo. Mejor dicho, porque nunca lo hemos considerado parte de nuestra tarea no hemos aprendido a hacerlo.

Fomentando la equidad de género en nuestras comunidades

Los niños y niñas aprenden por medio de la socialización los estereotipos de género, que son fomentados en su grupo humano en determinado momento.

Es importante no fomentar estos estereotipos y sí promover ideas que permitan que exista la convivencia en condiciones de igualdad y equidad. Esto permitirá que se desarrollen y tengan las mayores oportunidades para lograr sus metas en la vida.

Para que esto sea posible tenemos que hablarles, darles ejemplos, de que tanto hombres como mujeres, niños y niñas tienen los mismos derechos y deben gozar de iguales oportunidades. Debemos además permitirles realizar todas aquellas actividades que les permitan ejercitarse, probar, aprender y experimentar. Ser equitativo o aplicar la equidad ha sido entendido como dar a cada uno lo justo, lo que se merece. Sin embargo la sociedad tradicionalmente no ha sido equitativa pues ha asignado a hombres y mujeres diferentes valores y oportunidades. A los hombres se les ha facilitado el acceso al estudio, al trabajo, a mejores salarios, a la participación política. Las mujeres han estado la mayoría del tiempo relegadas al trabajo dentro de su casa, al cuido, a los oficios domésticos. Y aunque las mujeres estudien más siguen teniendo salarios más bajos.

Enseñar a los niños y niñas en un ambiente de equidad significa que en la vida cotidiana les vamos a dar a ambos las mismas oportunidades, les vamos a permitir ejercer los mismos derechos, los vamos a estimular a ambos por igual para que participen y les vamos a reconocer sus esfuerzos y sus éxitos por igual.

Es importante que los niños y niñas crezcan en un ambiente donde los adultos y figuras de autoridad sean equitativas y promueven la equidad, pues esto les permite conocerla, experimentarla, apreciarla e incorporarla como parte de sus valores. De esta manera podrán hacer un cambio significativo en la sociedad incorporándose como adultos respetuosos y justos.

Cuando trabajamos con niñas y niños pequeños les podemos explicar que un “Derecho” es: todo lo que dice la ley que pueden disfrutar, lo que pueden hacer, lo que tienen que tener y la forma en que los tienen que tratar. Por ejemplo: jugar, estudiar, comer, tener ropa, casa, familia, que los traten con respeto y los eduquen con amor.

La equidad de género es fundamental para mejorar las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de la familia y de la sociedad en su conjunto, también contribuye a lograr una ciudadanía más integral y ayuda a fortalecer la democracia.